lunes, 25 de julio de 2011

El Amo

Nicolás a veces se sentía mareado en tierra firme, años navegando le habían quitado la costumbre del suelo firme a sus pies, lo que hacia ajeno el caminar por los empedrados caminos de Metz, sin embargo a sus treinta y tantos años no podía regodearse el rechazar una herencia como el Palacio de Feuburg. Cuando supo la noticia, bajo inmediatamente en el primer puerto y busco montura hacia la Lorena Franca, entusiasmado por su suerte, que vaticinaba el fin de sus días como viajero sin hogar. Iba ligero de bagaje, no tenia muchos recuerdos, el mar se los había llevado todos "¡Que va! Que los engulla y no los escupa nunca, así empezare de nuevo, y me convertiré en un hombre rico" se repetía en su cabeza. Para cuando llego encontró un palacio enorme, medio abandonado, medio derruido, ahogado por enredaderas. En la puerta lo estaba esperando un viejo sirviente de su tío, el cual por fidelidad o por no tener donde ir, se había quedado en el lugar. El castillo quedaba a siete leguas de la ciudad de Metz, la cual se veía desde las alturas de la colina donde había sido construida. Los días pasaban y Nicolás estaba cada vez mas fastidiado por el continuo olor a humedad del lugar, el fatigoso andar de su sirviente, y la incerteza de la firmeza de las piedras sobre su cabeza. Los platos de avena no parecían muy distintos a los del mar, inclusive peores... el silencio y la monotonía del lugar lo empezaron a enfermar, decidió un día quemar un retrato único de su abuelo, famoso por haber ido a la cruzada junto a San Luis, el rey santo. el rostro del augusto hombre son sus honores militares, se deformaban en el fuego de la pira, y el sonido del rollo y las maderas desapareciendo en cenizas le agradaron a Nicolás... la vida no había sido justa con el, se había reído de manera malvada he hiriente en su cara, quitándole una vida para otorgarle una sin sentido, pues esa noche dejaría el castillo, cabalgaría hacia Metz y vendería la ultima platería de su familia, y se iría hacia Genova, el hogar de sus ancestros. El viejo sirviente, anciano trato de convencerlo para que abandonara su empresa, pero Nicolás estaba atareado escuchando el crepitar de la madera a su espalda mientras ensillaba a su caballo, entonces el anciano quedo mudo de repente, lo que llamo la atención de Nicolás... giro para observar la entrada del palacio, no había nada solo árboles y hojas que se azotaban por el viento, luego observo al anciano mirando hacia los cielos, que inquietos, rompieron en vientos huracanados.


"Monseñor Nicolás, el amo ha vuelto a su morada... es mejor que me vaya a preparar su comida, usted sire debería volver a sus aposentos, pronto lo irán a visitar, se podría encolerizar si lo ve acá afuera..." Nicolás miro como el viejo caminaba hacia adentro del castillo y pensó en la locura que se estaba apoderando del anciano, cuando escucho unos cascos de caballos, como emergiendo de repente entre los sonidos de las hojas de los árboles, se giro a mirar a la entrada, y nada, solo el bosque que se mecía a merced del viento. No podía dejar de escuchar los cascos de los caballos en el camino de la entrada. 

Termino de ensillar su caballo y se apresuro a buscar la platería, entonces se detuvo bruscamente, no se atrevió a mirar a su lado, hacia el portón antiguo de la salida, escucho una voz antigua, llena de autoridad y brutalidad, no sabia lo que decía, pero supo quien era, sus pies flaquearon, y su corazón batía su pecho acelerando su paso... Nicolás definitivamente tenía un mal destino, no debería haber quemado ese retrato, el amo había vuelto...

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