Gerhard parecía muy interesado en las mutilaciones que habían sufrido las gárgolas de la catedral de Saint-Etienne, se preguntaba el motivo de escribir tales símbolos en la piedra de las estatuas, sobre todo aquellas que parecían erguirse en lo alto de la construcción, donde no parecía ser para contemplación de nadie, y tampoco se preguntaba como fueron infligidas por alguien sin las seguridades mínimas de la cuerda y otros secuaces, pero a Gerhard no le intereso eso que parecía algo muy importante en apariencia, sino el origen de tales símbolos. Cuando el monje vio rastros de sangre ennegrecida en la campaña superior, supo que algo malo sucedía, y después las gárgolas, entonces llamaron a Gerhard, un masón antiguo de Colonia, el cual su padre, abuelo, y bisabuelo habían trabajado en la construcción de esta catedral. Había ciertos símbolos que había traído de su familia en Colonia, símbolos antiguos cuando su familia vivía a orillas del Río, el significado de aquellos símbolos se perdió, pero sus sucesores continúan usándolos, atribuyéndole buenos designios y protecciones. Le habían asignado un acompañante como guía y ayuda, como si el lo necesitara, pensaba con fastidio en el, y trataba de pensar como alejarlo mientras trataba de recordar donde había visto esos símbolos. De pronto recordó algo, y camino rápido con entusiasmo , seguido de cerca por su vigía, bajando la Torre mayor , o la lanza de Saint Etienne, llegando al vestíbulo episcopal, donde recordó la historia de San Marcel PortaCorona, un santo apócrifo de orígenes oscuros, según se decía había descendido a los infiernos, trayendo consigo una de las coronas del Maligno. Busco en la corona que traía consigo el santo en su mano izquierda, en lo alto como ofreciéndola al cielo, y se desprendió una pesada llave de hierro, cayendo ruidosamente en el piso de camposanto, pronto una sensación de ser vigilados por una respiración pesada los alerto, Gerhard vio que su acompañante también estaba sorprendido, y vieron con asombro que una de las lozas de mármol en el piso de la Iglesia estaba abierta de par en par, cuando recién hace unos momentos habían estado parados allí, dejando ver un pasaje subterráneo, del cual emanaba un miasma repugnante. El corazón palpitaba fuerte en el pecho de Gerhard, luego se encendió una luz en las profundidades mortuorias del abismo.
Y Gerhard, mirando a su oscuro acompañante, susurro- Nos están esperando…-
fin intro pj 2
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